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REVISIÓN DE NIÑO SANO O CÓMO PREOCUPAR A UNA MADRE SIN MOTIVO

Tuve una buena pediatra. De las que además saben de lactancia. Solo las buenas pediatras saben de lactancia porque para ser experto en esos temas tienes que tener inquietudes, vocación, interés… solamente los buenos profesionales se actualizan. Los demás, se acomodan en lo que estudiaron hace décadas y no quieren salir de su zona de confort.

Pues yo tenía una pediatra excepcional. Pero se ha jubilado. Para mí, un drama.

Las alternativas que hay no son ni por asomo similares.

A una de ellas le puse una reclamación (que no llegó a nada, of course) porque no sabía leer una analítica. Donde ponía POSITIVO ella decía NEGATIVO. Y se mantuvo en sus trece durante un buen rato. Además, no quería derivar a mi hija al alergólogo. Primero dijo que es que no tenía alergia. Luego que es que iba a tardar mucho la cita. Sí. Es surrealista.
La derivó cuando le dije que no me movía de allí sin la cita.

A otro fui al primer niño sano con mi hijo cuando nuestra pediatra estaba de vacaciones.
Él tenía una postilla en el ombligo que se le había puesto muy negra y no se le caía. El pediatra nos dijo que se la arrancáramos nosotros y luego le limpiáramos con alcohol.
¿Desde cuándo arrancar una postilla va a curar una herida?
No contentos con eso, me preguntó por la lactancia.
«Genial», le dije.
Le hablé del tándem y que estaba siendo una experiencia maravillosa.
Él respondió que se notaba que tenía mucha leche (eing?) porque el bebé estaba poniendo bastante peso.
Sonreí (a pesar de la tontería).
Pero luego me vino con que «Si la semana que viene no pone no se cuántos gramos (no recuerdo la cifra exacta) vienes y le damos una ayudita«.

No salí corriendo de allí porque me quedé petrificada.

 

La preocupación del percentil

Con este panorama hemos decidido quedarnos con la pediatra que va a ocupar el puesto de la que teníamos antes.

Quería compartir con vosotros una anécdota de la revisión de niño sano del primer año.

He de reconocer que hubo un momento en el que me enfadé y mucho.
Tuve que pedirle cinco veces (no una, ni dos, ni tres….!) que no le echara para atrás el prepucio a mi hijo. ¡Cinco veces!
Y ella con sus manos ahí… que decía que si lo hacía ella no pasaba nada.
Yo ya estaba preparada para quitarle sus manos del pene de mi bebé cuando me pregunta «¿y por qué no?». Lo único que acerté a responder, tajantemente y muy seria, fue «‘¡¡PORQUE NO!!».

Como tenga que ser yo la que le explique a una pediatra los inconvenientes de esa maniobra apaga y vámonos.

Luego ya vino lo bueno.
Me dijo que el peque estaba por debajo del percentil de peso.
Me había preguntado que si comía bien. Justo el día anterior se había cenado todo el plato de pescado con verduras y se había merendado una ciruela y una pera enteras. Sin hablar de la teta…
Come de maravilla. Pero está por debajo del percentil de peso.

Me insiste, con mucha preocupación.
Yo no hago mucho caso.

Me pregunta ahora si no le doy cereales por la noche. Es que resulta que los cereales por la noche vienen muy bien porque así coge peso.
(Manual «cómo cebar a tu hijo» volumen II)
Le respondí educadamente que mi hijo come cereales ya como el pan o el arroz. Y que por la noche suele tomar verdura, pescado… No lo captó. Así que tuve que decirle que no le doy a mi hijo cereales de caja, que tienen muchísimo azúcar y son innecesarios.
Ahí sí lo captó.

¡Pero es que está por debajo del percentil de peso!

4 veces me lo dijo.
Y a la cuarta ya empecé a preocuparme. Porque, aunque yo vea que come genial y que está saludable, cuando una pediatra te insiste cuatro veces te preocupas.

Le vuelvo a preguntar por su peso. 8,940 gramos.
Le pregunto cuánto tendría que pesar a su edad.
9 kilos.

Mi hijo estaba, según ella, por debajo del percentil de peso… ¡por 60 gramos!

 

¿Qué quiero deciros contándoos esto?

Pues que, si yo no hubiera preguntado y si no hubiera estado totalmente segura de que mi hijo estaba bien, hubiera sembrado la duda en mí. Probablemente hubiera acabado con biberones, cereales de bote o con una preocupación infundada sin ningún motivo ni rigor.

En realidad fue gracioso o al menos así me lo tomé yo porque me pareció todo tan absurdo y surrealista que ni siquiera me lo tomé a mal.

Pero hay que tener claro clarísimo que los pediatras y los médicos también se equivocan. No saben de lactancia, ni de nutrición infantil ni siquiera de psicología y de lo vital que es para la salud mental de un bebé estar en brazos, por ejemplo.

Hay que dejar de confiarle a los pediatras la crianza de nuestros hijos. Ninguno debería decirte que no le cojas cuando llore, o que duerma solo en su habitación desde los 6 meses, o que con tantos brazos se va a mal acostumbrar, que le des cereales tal o pascual o que quizás necesite una ayudita  porque le sale del moño

 

¿Os ha pasado algo así? ¿Alguna vez tu pediatra te ha dado malos consejos?

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