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LA VIOLENCIA OBSTÉTRICA TAMBIÉN ES VIOLENCIA DE GÉNERO

Parece mentira que a estas alturas de la vida todavía se ponga en tela de juicio el trato deshumanizado, violento y terrible que sufrimos muchas mujeres en nuestro parto a manos de algunos «profesionales» de la salud. Parece mentira que haya gente que no crea que la violencia obstétrica sea una realidad.

Parece mentira que tengamos que justificarnos de esta manera, que tengamos que reivindicarnos y que tengamos que pedir auxilio.

Es terrible que en pleno siglo XXI muchos de nuestros sanitarios se hayan desnaturalizado de esta manera, tratándonos como objetos y ninguneando nuestras necesidades, nuestros ritmos y nuestros sentimientos.

No hablo de urgencias. No hablo de riesgos reales. No hablo de peligro de muerte para el bebé.

Hablo de intervenciones porque sí, para aligerar y pasar al siguiente.

Hablo de mujeres que lloran con un dolor inmenso porque inexplicablemente son separadas durante horas de sus bebés recién nacidos.

Hablo de bebés que lloran con gran amargura porque son arrancados del vientre de su madre y separados vilmente de sus cálidos brazos.

Hablo de decenas de tactos sin necesidad. De decenas de manos diferentes palpándonos, observando nuestra intimidad como si de una exposición se tratase.

Hablo de maniobras por sorpresa, sin avisar, sin explicaciones, sin motivo, provocando daños en ocasiones irreparables.

Hablo de la soledad del paritorio, cuando obligan a tu pareja a irse fuera. Hablo de su miedo por no saber que ocurre. Hablo de nuestro miedo ante personas desconocidas que se ponen a mandar whatsapp, leer una revista o hablar sobre el tiempo en lugar de contarte qué sucede.

 

Hablo de VIOLENCIA. De violencia obstétrica. Porque no podemos ser tan hipócritas de ver violencia solo donde nos interesa. De ver violencia solo en una bofetada, solo en un insulto, solo en los golpes del marido a su mujer o de la policía a los manifestantes.

Escuece hablar de violencia dentro de la Sanidad y de afirmar categóricamente que algunos de esos señores y señoras de bata blanca a los que tanto respetamos nos están haciendo trizas.

No nos merecemos sentir miedo de parir. No nos merecemos «plantarnos» con el primer hijo porque nos da pánico volver a revivir lo mismo. No nos merecemos llorar sin consuelo cada vez que le contamos a alguien cómo fue nuestro parto. No nos merecemos tener que recurrir a ayuda psicológica para superarlo. No nos merecemos que el día más importante y bello de nuestra vida nos humillen, nos ignoren y nos maltraten física y psicológicamente.

Y si todavía te cuesta reconocer que la violencia obstétrica es una realidad, aquí tienes algunos testimonios reales que seguro te darán algo de luz.

 

EXPERIENCIAS REALES DE VIOLENCIA OBSTÉTRICA


«Yo sufrí una maniobra de Hamilton sin saberlo. Supuestamente era el último tacto vaginal y la última prueba de monitores antes de inducirme el parto un día antes de que se cumpliera la semana 42 de mi embarazo. Aquella matrona brutísima no me avisó de nada, y yo, que hasta entonces había sido la paciente ideal, la que nunca se había quejado de nada y que no había tenido ni una molestia durante todo el embarazo, me quise morir de dolor por lo que me hizo. Tanto que mi marido se preocupó mucho al verme sollozar y llorar. Ella solo me dijo que con eso conseguiríamos no tener que hacer una inducción y que me pusiese de parto en menos de 24 horas, cosa que finalmente no pasó.

Lo que sí me extrajo de golpe fue parte del tapón mucoso, que hasta entonces había estado intacto, por lo que estuve manchando durante unas horas con un poco de sangre. Una vez superado el dolor, todo siguió el mismo ritmo y la niña nació por un parto inducido, pero vaginal y sin complicaciones, dos días después. En mi caso, esta maniobra solo sirvió para hacerme daño y preocuparme en el punto final del embarazo.»

Lucía T.R. de Planeando Ser Padres


«Sufrí violencia obstétrica por parte de las matronas que ignoraban mi sufrimiento mientras sonaban sus teléfonos todo el tiempo. Me molestaba terriblemente su sonido y escuchar las conversaciones que mantenían, casi todas para cambiar los turnos. Mi marido no podía acompañarme por respeto a la intimidad de las otras mujeres pero ese día tocaba limpieza general y entraba todo el mundo, hasta el señor que limpiaba las persianas. A todo esto, yo estaba inmovilizada, con monitorización continua, una vía en un brazo y el tensiómetro en el otro. Ese día me indujeron el parto por tensión alta.

Sufrí violencia obstétrica por parte del equipo de obstetras que atendieron mi expulsivo. Se mofaron de mí por hacer preguntas relacionadas con el instrumental que iban a usar y por no querer episiotomía. «Demasiado tarde», llegué a escuchar. «Uy, me he pasado, te he cortado el esfínter anal pero no te preocupes que no he cortado todas las fibras». Tras coserme (hizo un estupendo trabajo) me metió el dedo en el culo para ver si comunicaba con la vagina.

Lo que más me dolió fue que fueran precisamente mujeres como yo»

Anónimo. Sevilla.


«Llegué a la semana 41+3 y me programaron una inducción aunque yo hubiese querido esperar más. Tras 11 horas de dilatación, la mayor parte de las cuales me las pasé estirada sin poder comer ni beber y monitorizada constantemente, me bajaron a la sala de partos porque mi comadrona dijo que había dilatado suficiente. Entonces vi a mi ginecóloga por primera vez en todo el día. Allí, en la sala de partos, me dijeron que pujara todo lo que pudiera pero, antes de salir, dijeron que me iba a desgarrar porque venía mal girada su cabeza y me sacaron a mi bebé con fórceps. Apenas le oí llorar ni le vi desnudito ni con sangre pues la comadrona se encargó de limpiarle y vestirle y me lo dieron en unos minutos vestidito mientras me curaban la episiotomía. No tuve tiempo ni de acercármelo al pecho porque se lo llevaron a control de pediatría y yo tuve que quedarme en la sala de partos. Al salir, ni mis padres ni suegros habían visto al peque. Subí a mi habitación y tras preguntar me dijeron que me lo traían pero no fue hasta las 23h, 4 horas más tarde, que pudimos empezar a conocernos. A pesar de nuestra separación, pienso que injustificada, se enganchó a la teta como un campeón.

Yo llevaba una sonda para orinar y me fui a casa con ella. Las enfermeras me decían: «si no orinas aquí en la Clínica sin sonda, te mandamos a casa con ella». Me picaban en el baño y me estresaban. En las curas de la episiotomía me hacían daño, no eran nada delicadas. Y al peque le enchufaron algún bibi nocturno haciéndole vomitar y todo porque lloraba mucho. Un desastre de parto y de estancia, en general. La comadrona apenas pasó por allí esos días, solo la ginecóloga. No repetiría ni en la Clínica del Pilar ni con ese equipo. No me sentí respetada»

Sonia de Animalitos Tú y yo


«Año 2000. Yo tenía 26 años, primeriza, cagada de miedo a lo «desconocido», ginecólogo muy amigo de la familia con el que te esperas todo irá bien… Me hace programar el parto. Ahora entiendo que por su conveniencia y sin preguntar qué quería hacer yo.

Oxitocina, epidural sin tener dolores, me rompen aguas… Y tras 10 horas y no dilatar la amenaza: «O te pones a dilatar o te rajo una cesárea» con un «jijiji» que le acompañó. Yo acojonada viva y cansada.

Parece que dilato algo más pero me bajan al quirófano y sin ni siquiera preguntar la comadrona se me sienta literalmente en la barriga apretando como si no hubiese un mañana. Ahora sé que es la maniobra «asesina», digo de Kristeller. Problemas… Parece que asoma y de repente no saben por qué la niña hace movimientos raros, sube para arriba y vuelta de cordón. Y tras un «joder, joder, joder, que se nos muere, saca al padre fuera que se nos va!!!» me rajaron sin medida, a rajar donde se pueda, espátulas, sangre a borbotones… Me sacan a la niña la cual ni veo y mientras sigo perdiendo sangre y noto que hasta me adormezco. Tardan en coserme por un inconveniente del ginecólogo que tiene unos dedos amputados y no fue previsor y no había nadie para coser…

Más de un mes sin poderme sentar y a los 3 meses reconstrucción de mis partes bajas.

Y sí, fue en el Pilar de Barcelona. Y cambié de ginecólogo y mi segundo parto fue RESPETADO. Después de 8 años parí y recuerdo ese día como el más bonito y emocionante de mi vida porque fui yo la que saqué literalmente a mi hija de mis entrañas»

Bea de Mamá De Dos


«Yo sufrí violencia obstétrica en La Paz cuando fui a dar a luz. Con un trato de prepotencia y desprecio por parte de las matronas y auxiliares de enfermería, me hicieron tactos cada dos por tres y me rompieron la bolsa sin avisar. En vez de disfrutar del momento más feliz de mi vida me lo hicieron pasar realmente mal y tener un recuerdo traumático que me está costando superar. Puedes leer mi historia aquí

MariCarmen Lop de Desvaríos de una madre.


«No recuerdo cuantas personas pasaron por la sala de dilatación a explorarme. Solo sé que entraban sin presentarse, miraban, metían los dedos y se iban. Y si no les preguntaba, no me decían nada.

A pesar de que no quería epidural me insistieron varias veces en que si no me la ponía ya luego no me la podría poner y quizás no soportara los dolores. Caí.

El parto se complicó. La epidural lo frenó radicalmente y pasé de contracciones cada 4-5 minutos a una o dos cada hora (a pesar de que me negaron que eso pudiera suceder y lo tacharon de «mito»). La niña no bajaba y me llevaron al paritorio dudando de si tendrían que hacerme una cesárea. El obstetra me dijo que tenía que rajarme (con esas palabras) que no le quedaba otra y así lo hizo. Una hora cosiéndome después. Ni pregunté cuántos puntos tenía, no quería saberlo. Además, se me pasó el efecto de la epidural y tuvieron que pincharme anestesia local varias veces porque me dolía horrores mientras me cosía. En el paritorio habría unas 5-6 personas. Recuerdo estar empujando con todas mis fuerzas mientras ellas hablaban de sus cosas, miraban el móvil… Como si no hubiera nadie allí. Ignorándome totalmente casi todo el tiempo salvo alguna ocasión en la que se escuchaba «¡Qué bien lo estás haciendo! ¡Sigue, sigue!» y luego volvían a sus cosas y sus conversaciones.

Cuando subí a la habitación, dolorida e impactada por la experiencia, una enfermera entró y me dijo que mi pequeña había nacido con azúcar y que tenía que darle un biberón para que se estabilizara. Le dije que no y me dijo que si le pasaba algo a la niña sería mi responsabilidad, con muy malos modos y elevando el tono de voz. Así. Sin más. Menos mal que no sucumbí. A la mañana siguiente mi hija estaba perfectamente.»

Cristina N. Luengo de Adoro Ser Mamá


Uno de los casos más brutales que nos muestran lo que significa la violencia obstétrica es el de una mujer estadounidense que fue sometida a una episiotomía contra su voluntad y cortada 12 veces en una situación de maltrato y abuso de poder por parte del obstetra.

Por todo esto debemos movilizarnos como mujeres y como sociedad. La Revolución de las Rosas, un movimiento global contra la violencia obstétrica, propone acciones en todo el mundo para concienciar a la población de que este tipo de violencia existe, es real, y nos deja marcadas física y emocionalmente.

Hoy, 25 de Noviembre, día contra la violencia de género, La Revolución de las Rosas nos invita a hacernos oír a través de varias vías de las que yo os destaco estas dos:

  • Tuiteando sobre Violencia Obstétrica con el hashtag #YaNoNosCallan
  • Firmando y difundiendo la petición de Change en la que se solicita a la ONU la investigación y el fin de la violencia obstétrica.

 

Colabora, hoy más que nunca. Porque ya no podemos cambiar nuestros partos pero sí podemos ayudar a nuestras hijas y a todas las niñas de hoy a que no sufran lo que hemos sufrido nosotras.

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3 Comments

  • Esmeralda

    Muy fuertes y tristes todas las experiencias.Qué injusto,esto tiene que terminar ya! Hacen más daño del que creen dejando esos recuerdos cuando nosotras íbamos felices a vivir la mejor y más bonita experiencia de la vida de una mujer y te encuentras con ese trato,pasotismo,falta de información…Nos hieren físicamente y a nuestra dignidad y nuestros maridos sin poder hacer o decir nada porque la mayoría de veces los echan.Todo lo salva la mayor recompensa ,nuestros hijos

  • Esmeralda

    Otra cosa,soy auxiliar de enfermería y es un trabajo vocacional o así lo veo yo…Por eso a quien no le guste lo que hace que se vaya a mover cajas!!!

  • Mami Reciente Cuenta

    Yo también tuve una de las peores experiencias en mi parto. Nada respetado. Ellos solo tenían la palabra protocolo. Realmente lo pasé mal y siempre doy gracias a que duró solo 2 horas y media ,porque aquella comadrona me hizo sentirme inútil, pequeña, y sinceramente, no vuelvo a ir a ese hospital nunca más. Lo he hablado mil veces con mi familia, no me entienden, ellos no estaban allí, pero todo lo que me hicieron sentir no lo quiero más.
    Saludos

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