Personal,  Personal

FIBROMIALGIA: MI NUEVA COMPAÑERA DE VIDA

Hace unas semanas os adelantaba a través de mis redes sociales que, tras meses de espera, me habían diagnosticado fibromialgia. Tenía muchas ganas de contaros lo que me pasaba pero quería esperar a tener la certeza y el diagnóstico del especialista para poder explicaros más a fondo lo que me ha sucedido en los últimos meses.

Yo llevo padeciendo dolores de espalda desde que era muy joven. De hecho, cuando me vine a vivir a Utrera, un médico pasante me dijo que tenía la sospecha de que yo padecía fibromialgia pero no le di importancia a sus palabras ya que yo llevaba una vida absolutamente normal y no consideraba ni tan siquiera la posibilidad de estar enferma. ¡Cuánto me acuerdo hoy de aquel día!

En resumidas cuentas, muy lentamente fui empeorando con el paso de los años. Tan lentamente, que apenas era perceptible para mí. Hasta que hace dos años comencé a tomar conciencia realmente de que algo me estaba sucediendo. Los dolores iban a más y comenzaban a ser algo limitantes. Tanto es así, que tomé la determinación de comenzar a hacer ejercicio de manera habitual ya que me daba cuenta de que algo no marchaba bien.

Comencé a hacer pilates y empecé a mejorar. Yo creía que mi problema era de espalda y que podía tener algo de desviación, lo que me provocaba andar ligeramente encorvada y dolor al ponerme recta o pasar mucho tiempo de pie. El pilates hizo que mejorara notablemente en cuestión de semanas y comencé a sentirme muchísimo mejor. Pero llegó la pandemia. Y con la pandemia, el estrés, el encierro obligado y el empeoramiento de toda la sintomatología.

Entre los meses de Abril a Junio de 2020, mi estado empeoró sustancialmente. Tanto es así, que hubo días que ni siquiera podía darme la vuelta en la cama debido al dolor. Comencé a experimentar nuevos síntomas: calor interno muy fuerte, dolores en piernas y brazos, fatiga, cansancio extremo, sueño… Y mi vida diaria empezó a verse absolutamente limitada.

Durante esas semanas, muchas ideas rondaban mi cabeza aunque todas terminaban en lo mismo: cáncer. Eso hacía que tuviera pesadillas y que me sintiera más estresada y preocupada, algo que, a su vez, influía en mi estado de salud y me provocaba nuevos brotes. Fueron semanas muy duras en las que pasé mucho miedo.

Sé que no debí hacerlo pero, la falta de contacto durante el confinamiento con los profesionales de la salud me empujaron a tirar de google. Y en google, una noche, apareció la palabra fibromialgia. Y recordé aquella conversación con aquel médico, unos cuantos años antes. Recordé que en alguna ocasión había buscado información sobre esta enfermedad y que incluso lo había llegado a hablar con mi marido. Y recordé que yo venía de una sintomatología desde años atrás muy clara y evidente y que, prácticamente todo lo que estaba leyendo, me estaba sucediendo.

En cuanto fue posible, solicité cita telefónica con mi médica de cabecera y al contarle todo lo que me sucedía, me hizo saber que sospechaba que podría padecer fibromialgia.

En primer lugar, me mandó una analítica de sangre y de orina. En esa analítica, entre otras cosas, pudo comprobar si había indicios de procesos inflamatorios en mi organismo que pudieran hacer sospechar de otra enfermedad. Pero, en ese sentido, la analítica era absolutamente normal por lo que me derivó a reumatología.

La cita con la especialista no tardó demasiado. Recuerdo que estaba muy nerviosa porque, semanas antes, varias personas me habían comentado que aún había cierto escepticismo en los profesionales de la salud a la hora de diagnosticar fibromialgia. Y no sabía qué iba a encontrarme ese día allí.

La reumatóloga, tras revisar mi expediente y la analítica, me hizo varias preguntas y me mandó a rayos para hacer radiografías de varias partes del cuerpo, incluidos pies, muñecas, piernas y articulaciones. Las radiografías eran normales excepto una leve escoliosis. Por lo tanto, me comenzó a explorar.

 

La exploración del reumatólogo por posible fibromialgia: ¿en qué consiste?

 

Es muy importante tener en cuenta que no hay una prueba específica que sirva para diagnosticar fibromialgia. No hay una analítica, una radiografía o cualquier otro tipo de muestra que pueda llevar directamente a un médico a hacer un diagnóstico. Por esta razón, comienzan a descartar otras patologías antes de derivar al especialista.

La reumatóloga, tras hacerme varias preguntas y revisar la analítica de sangre y las radiografías, me pidió que me sentara en la camilla para realizar una exploración. La exploración consistía en palpar los llamados «puntos del dolor»: en los codos, glúteos, rodillas, parte superior del pecho, cuello… Presionaba ligeramente con sus dedos en cada una de esas zonas y, salvo en una ocasión, sentía un fortísimo dolor cada vez que me tocaba. Tanto es así, que estuve dos días con fuertes dolores en varias zonas del cuerpo tras esta exploración que, por su parte, fue cuidadosa y hecha con sumo cuidado.

Tras esta exploración, me confirmó lo que ya venía sospechando. El diagnóstico era, claramente, fibromialgia.

 

 

Diagnóstico: fibromialgia. Consejos de la reumatóloga.

 

En ese momento, no sabía si llorar de rabia o de felicidad. Y quienes padecéis esta enfermedad, seguro que entendéis lo que os digo.

Por un lado, sentía rabia y tristeza porque era una realidad. Estaba enferma y esta enfermedad no tenía tratamiento ni cura e iba a acompañarme por el resto de mis días. Y no, no me apetecía (ni me apetece) en absoluto esta compañera de vida.

Pero por otro lado, había sufrido tantísimo pensando que podía padecer cáncer que el diagnóstico, a pesar ser duro, me provocaba calma, tranquilidad, cierta felicidad.

Es difícil de explicar.

 

EL ESTRÉS Y SU EFECTO DEMOLEDOR SOBRE LA FIBROMIALGIA.

Con esta sensación agridulce regresé a casa, dándole vueltas a todos los consejos que me había dado la doctora. Sobre todo, me hizo hincapié en que estuviera tranquila. El estrés puede hacernos mucho daño, por lo que es importante mantener un estilo de vida calmado.

De hecho, no se me quitaba de la cabeza la idea de que toda la situación provocada por la pandemia y el estrés y la preocupación que sentí en los primeros meses, fueran detonantes de tantos brotes y el encrudecimiento de la sintomatología que, hasta entonces, había sido mucho más leve y llevadera.

He estado prestando especial atención a las señales de mi cuerpo en etapas de mucho estrés o presión. Septiembre, con el miedo a la vuelta al cole, fue un mes especialmente duro. Al igual que lo ha sido Marzo, por el mismo motivo. También Enero, con el arranque de la tan temida tercera ola y esas fiestas lejos de nuestra familia, con miedo e incertidumbre.

Todas las etapas de especial estrés y preocupación de los últimos meses, van asociadas a un empeoramiento de mi salud. Por lo que, en la medida de mis posibilidades, procuro priorizar. Y, por supuesto, hago un gran trabajo conmigo misma para procurar que las cosas que suceden a mi alrededor me afecten lo menos posible.

 

LA IMPORTANCIA DEL EJERCICIO FÍSICO.

En el año 2019 comencé a ir a pilates dos veces a la semana y no exagero si os digo que el cambio que experimenté fue absolutamente increíble. Mejoraron los dolores, mejoré significativamente mi postura corporal y, en general, me encontraba mucho más ágil.

En marzo de 2020, por razones obvias, dejé de asistir. Pero en cuanto he considerado que podía hacerlo, con todas las medidas de seguridad posibles, he vuelto y no podría sentirme más orgullosa de esta decisión.

El ejercicio físico es fundamental para las personas con fibromialgia. En especial, la reumatóloga me recomendó pilates o yoga y me insistió en que no realizara ejercicios físicos duros, ya que podría ser contraproducente y hacerme daño.

De momento, no puedo contaros con más detalle porque apenas hace una semana que reanudé las clases, pero en cuanto vaya notando sus efectos os mantendré informadas a través de mis redes sociales.

 

NO TODO ES FIBROMIALGIA.

Esa frase se me ha quedado grabada. Ya os lo contaba en Instagram hace unos días. Que la fibromialgia sea una enfermedad en continuo estudio y aún muy desconocida, no quiere decir que todo lo que nos ocurra tenga que tener una relación directa con ella. Y es importante tenerlo en cuenta para no confiarse y para que, ante cualquier síntoma nuevo, se vuelva a consulta.

Además, la fibromialgia es una enfermedad tan compleja y provoca síntomas tan dispares, que no hay que titubear en recurrir a los profesionales las veces que sean necesarias para tener claro si que lo que nos está sucediendo tiene o no tiene relación con nuestra patología.

 

En cuanto al tratamiento, no quisiera profundizar. Solo contaros que únicamente tomo paracetamol (o ibuprofeno en algunos casos) los días que me encuentro mal o cuando estoy comenzando a tener un brote. De momento no estoy necesitando ningún otro tipo de medicina para calmar los dolores (recordad que no hay tratamiento que cure la fibromialgia).

 

Espero que el relato de mi diagnóstico os haya servido. Estoy siempre disponible a través de los comentarios en el blog o de Twitter, Facebook e Instagram por si queréis hablar.

Somos muchísimas las mujeres que padecemos esta enfermedad y sentirse apoyada y comprendida es fundamental.

 

 

Total de visitas Visitas hoy

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

diecinueve + seis =

A %d blogueros les gusta esto: